Si la de Jedburgh es la más espectacular y la de Melrose es la que tiene una historia más fascinante, la abadía de Dryburgh es la más romántica y bonita de los Borders. Situada a orilla del río Tweed en un rincón que parece estar congelado en el tiempo, estas ruinas son terriblemente sugerentes. Quizás por eso el mismísimo escritor Sir Walter Scott eligiera descansar aquí por toda la eternidad… Lo que es indudable es el encanto y la magia que destilan todas y cada una de las piedras que hay en este lugar de la Tierras Bajas de Escocia.

Al contrario que sus vecinas, la abadía de Dryburgh no está en el centro de un pueblo. Su ubicación recóndita forma parte de su encanto singular… Y lo cierto es que son pocos los turistas que se acercan. Tan pocos que lo más posible es que estés casi solo con el piar de las aves y el ruido del viento meciendo las ramas de los árboles y filtrándose por los muros de esta construcción de estilo normando.
Su aislamiento es el responsable de la paz que se respira aquí hoy. Y también de la indudable atracción que la abadía de Dryburg ha ejercido a lo largo de los siglos en artistas y románticos que, como yo, se han dejado caer por aquí, presas de la ensoñación. ¿Mi consejo? Que te pases por los Borders de Escocia y que, de paso, te pierdas en Dryburgh. Te prometo que te va a encantar.


Historia de la Abadía de Dryburgh
La Abadía de Dryburgh fue fundada en el año 1152 por monjes premonstratenses que provenían de Alnwick en tierras del condestable de Escocia Hugh de Morville. A lo largo de su historia fue destruida 3 veces por el fuego y 4 por guerras, pero aún hoy se mantiene bastante entera.
Rodeada de bosques y vegetación, está algo aislada del mundanal ruido, a orillas del apacible río Tweed que dibuja una especie de frontera entre el sur de Escocia y el norte de Inglaterra. Es innegable que si lo que los monjes buscaban era tranquilidad para llevar una vida contemplativa no podrían haber encontrado mejor lugar. Aunque nunca fue tan rica como las abadías de Melrose, Kelso o Jedburgh, sí que fue un lugar importante.


Su proximidad con el límite inglés convirtió a la abadía de Dryburgh en objetivo de varios ataques militares como el incendio que provocó el rey inglés Eduardo II en 1322 en su huida de Escocia. Y al igual que sus vecinas, vivió el fin de sus días con la Reforma Protestante en el siglo XVI. Luego llegó la ruina y la decadencia de la piedra caliza rosada, la pérdida de los techos, el saqueo de piedras… Pero no el olvido.
En el siglo XVIII, las ruinas cubiertas de hiedra llamaron la atención de David Erskine, el 11º Conde de Buchan, que compró los terrenos para crear un paisaje encantador en el que la abadía es la verdadera protagonista. Al morir, fue enterrado en la antigua sacristía. Y tres años más tarde, en 1832, su amigo, el escritor romántico Sir Walter Scott, hizo lo propio en el transepto norte que él llamaba “el pasillo de Santa María”. Junto a él yace desde 1928 otro escocés de renombre, el Mariscal de Campo Earl Haig.


El lugar es propiedad de Historic Scotland, que se encarga de velar por el buen mantenimiento de las ruinas de la abadía de Dryburgh, para que todos podamos seguir disfrutándola muchos años más.
Qué ver en la abadía de Dryburgh
Lo mejor que puedes hacer en la Abadía de Dryburgh es dejarte llevar y deambular por su claustro vacío y sus edificios sin techo. Dejar que la magia del entorno se apodere de ti. Pero si necesitas saber qué es lo que no te puedes perder en este edificio religioso medieval de los Borders de Escocia, aquí van algunos de sus lugares más bonitos:
- La arquitectura gótica de sus transeptos, que es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura religiosa de toda Escocia.
- El claustro y la sala capitular que están sorprendentemente bien conservados. En la sala capitular podrás ver incluso fragmentos de pintura ornamental en las paredes.
- La tumba del escritor Sir Walter Scott y la del Mariscal de campo Earl Haigh, que están en el transepto norte. Y la del Conde de Buchan, en la antigua sacristía. Sus lápidas y monumentos funerarios nos hablan de la fascinación de los escoceses con la abadía de Dryburgh incluso cuando era una ruina.
- El terreno que rodea la abadía, que fue acondicionado por orden del Conde de Buchan en el siglo XVIII y que le confiere una atmósfera especial a este rincón de los Borders.
Cuando hayas visto todo esto, fíjate en los detalles, sube a las torres, admira las vistas o, sencillamente, siéntate a contemplar el entorno. Es lo mejor que podrías hacer en la abadía de Dryburgh.
Información práctica para visitar la Abadía de Dryburgh
- Dirección: Dryburgh, TD6 0RQ Escocia
- Horarios: 9’30 – 17’30 (cada día, del 25 de marzo al 30 de septiembre), 10 – 16h (cada día, del 1 de octubre al 24 de marzo).
- Precio: 5’50£ (adulto), 3’30£ (niño), 4’40£ (entrada reducida).
- Teléfono: +44 (0) 1835 822 381
- Página web oficial de la Abadía de Dryburgh
Cómo llegar a la Abadía de Dryburgh
- En coche: ir en coche es la opción más rápida para llegar desde Edimburgo a la abadía de Dryburgh. Tan sencillo como tomar la A68 y en poco más de 1 hora estarás allí.
- En transporte público: se tarda algo más de tiempo, pero es factible. Vas a tener que tomar el tren de Scotrail en dirección a Tweedbank, bajarte en Galashiels y luego tomar el bus 67 hacia Berwick-upon-Tweed. Te tendrás que bajar frente al Agricultural College y andar unos 20 minutos hasta la abadía. Puedes consultar los horarios y precios en la página web de Scotrail

Mapa de la Abadía de Dryburgh
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5 comentarios en “Excursión a la Abadía de Dryburgh, el rincón más romántico de los Borders”
Pues me ha parecido un lugar ciertamente evocador que no conocía ni tan siquiera su existencia. Cuando estuve por Escocia solo tuve 5 días para disfrutar de muy poco o sea que tocará volver.
Un abrazo!
¡El lugar es super bonito, Jordi! Está tan aislado, es tan tranquilo y está en un entorno con tanto encanto que es imposible no enamorarse… Toda la zona de los Borders es fascinante, así que cuando vuelvas ya sabes 😉
Un abrazo
Me he enamorado! Otro imprescindible para inclr en mi futuro viaje a tierras escocesas! Besos
Me alegro un montón de que te haya gustado, Cristina! Cuando vengas por aquí avisa 😉