Mis amigas siguen casándose por el mundo. La última ha sido Laia, con una boda de lo más hipster y lo más bonito Lombardía, en el norte de Italia, cerca de Bergamo. En un día de solsticio de verano fresco y limpio le dio el “si, quiero” a Emi, el amor de su vida. Y allí estuvimos sus amigas y compañeras. Este artículo, en un tono algo más personal de lo normal, sirve para intentar capturar un poco lo inolvidable de la velada… y para contaros lo bonito que fue todo y lo bien que lo pasamos.
Me gustan las bodas. Me gustan muchísimo. Adoro la concentración de sentimientos en el ambiente, la magia de cada momento, la decoración cuidada al detalle y la ilusión que se respira en el aire. Me encanta el momento en el que ves el traje de la novia, la cara de emoción de su madre y su padre, los ojos del novio, más abiertos imposible…
A lo largo de los años he ido a unas cuantas y todas han tenido algo que las ha hecho únicas. Por suerte, la mayoría han sabido captar la esencia de la pareja y han sido instantes singulares y especiales que reflejan su personalidad. La boda de Emi y Laia (o de Laia y Emi) el pasado 21 de junio fue una de éstas. Clase, elegancia, un cierto toque vintage y muchísimo amor le dieron cuerpo a una velada de las que se te quedan en la retina y recuerdas toda la vida.

El reencuentro en Bérgamo con Carol, Sofía, Laura, Núria y Mónica fue toda una experiencia. Ahora que no las tengo cerca, echo de menos verlas cada día en la oficina. Arreglarnos todas juntas, salir y luego la espera en la iglesia de San Gottardo y San Colombano de Arlate, el pueblo natal del novio. La llegada de Laia, radiante, con su vestido de Laure de Sagazan, la corona de flores de Lito y Lola y las sandalias de Pièd a Terre. La boda en catalán, castellano e italiano, el calor, la lluvia de pétalos, los nervios de la novia.
Luego el bus y el convite en Villa Semenza, en Santa Maria Hoè. Este Monumento Nacional se construyó en el 1500 y todavía hoy conserva el aire grandioso que seguramente tuvo en sus primeros años de vida. Las fotos con las amigas, la llegada del coche clásico con Laia y Emi, el aperitivo en los jardines, decorados por los mismísimos novios y las flores de Margherita Scanferla, de Florapiu.





El menú del aperitivo no podría ser mejor. Las bebidas: Prosecco doc Dry “Millesimato Oro”, cerveza, Aperol Spritz (¡como no!), un bol de “pompelmo, foglie di menta e Ginger ale” delicioso, “cool melon con fragola e zenzero”, zumos naturales, “agrumi”, “tropicali”, agua mineral con gas y natural. Los antipasti todavía más ricos: “prosciutto di parma stagionatura 18 mesi in morsa accompagnato da spicchi di melone o frutta alternativa stagionale e gnocco fritto”, “petali di culatello di Zibello”, “coppa di Parma”, “il tagliere in legno con salame típico Della Brianza”, pan casero, vinos, quesos (“Parmigianino reggiano a scaglie”, “bocconcini di Asiago e noci”, “pecorino di fossa” acompañados de miel y mostaza).
Y más maravillas que, en italiano, suenan todavía mejor: “cannellone di salmone ripieno di cavolo cappuccio, avocado e panna acida”, “caponata agrodolce, paseata di pomodoro confit e spada affumicato all’olio di agrumi”, “gamberi scottati su specchio di salsa all’arancio, scorze di agrumi e finocchio”, “corneti brisé con prosciutto di Praga, caprino ed erba cipollina”, “coto-lecca alla milanese con battuto di pomodorini e rucola”, “parmigiana di melanzane rivisitata estiva”, “spiendi di gamberi”, “mozzarelline in carrozza”… No hace falta que siga, ¿verdad? Todavía se me hace la boca agua.




Me vienen al memoria las charlas entre amigas, la puesta al día después de tanto tiempo, los paseos de Laura y Sofía, los “posados” en la manta del picnic, la llamada a la mesa, la exquisita decoración de la sala, el “risottino” con flores de calabacín y pistilos de azafrán, el sabor de las “mezzemaniche” al ragú de atún y berenjena con gotas de albahaca y la “tagliata” de ternera a la brasa servida sobre una cama de ensalada crujiente con aceite de oliva, patatas nuevas asadas al romero y las finas hierbas. Pero, a mi que me pierde el dulce, los postres me parecieron de lo más interesante: ese carrito de helados artesanales, la fruta fresca de temporada, el pastel nupcial “Come una volta” bajo la luz de las bengalas… Momentos todos que forjaron una noche para el recuerdo.
El broche de oro fue la fiesta en un espacio subterráneo centenario en el que sonó buena música mientras una bola moteaba de puntos de luz las paredes. Bailamos hasta que no pudimos más, hasta que los pies aguantaron… Para, al final, como en el “Sueño de una noche de verano” de Shakespeare, volver a casa y pensar que todo había sido una ensoñación maravillosa. Y, pese a todo, lo mejor no fueron las cosas materiales ni los detalles, fue ver a la gente que de verdad importa. Porque, al fin y al cabo, el amor, del tipo que sea, es la clave.






2 comentarios en “Boda hipster en Italia: Emi y Laia, sueño de una noche de verano”
M’en-can-ta!
Molt inspirador i explicat amb tant bon gust que em dona la sensacio de que jo tambe hi vaig ser
Moltes gràcies Len! Més que centrar-me en com va ser, he intentat descriure el que jo vaig sentir… així que si ho he aconseguit que ni que sigui una mica, em dóno per satisfeta 😉